¿Hay que temer a los sismos de septiembre?

El martes 7 de septiembre recordamos la fuerza de los sismos en la Ciudad de México. El fenómeno es extraordinario. Las luces azules y verdes en el cielo, la alarma con segundos de antelación y la salida de los edificios no son sucesos fáciles de olvidar.

Vemos con recelo la llegada del 19 de septiembre porque vienen a nuestra memoria los sismos de 2017 y 1985 de esa fecha, pero en realidad ¿hay algo racional que temer?

Mapa 1. Sismos de magnitud igual o mayor a 7.0 en 100 años

Al estudiar los sismos de magnitud igual o mayor a 7.0 con datos del Servicio Sismológico Nacional (SSN), encontramos que han existido 64 sismos de 1921 a 2021. La mayor parte de ellos ubicados en la costa cercana al Océano Pacífico. Aunque no todos tienen su epicentro en México y no necesariamente sus efectos se sienten en la Ciudad de México. El mapa 1 muestra los 64 terremotos representados por un punto cuyo tamaño es proporcional a su magnitud. 

¿Pueden estos datos históricos darnos una idea de la posibilidad de que ocurran dos sismos de esta magnitud en septiembre? La respuesta puede ser afirmativa y además posiblemente podemos estimar la probabilidad de ocurrencia, bajo los supuestos de que observamos un proceso estable (es decir, que la frecuencia e intensidad de los sismos del futuro son muy similares a las observadas entre 1921 y 2021) y de independencia entre los sismos de dicha magnitud.

La probabilidad de dos sismos en septiembre

Los sismos son extraordinarios, no sólo por su fuerza o la huella emocional que nos dejan, sino porque no son sucesos comunes, ni ordinarios. En realidad, el 55% de los años analizados no registran sismos de esta magnitud y tenemos periodos de 6 años en los que no se ha registrado ni uno solo en todo el país (de 1987 a 1992 y de 2004 a 2009).

Gráfico 1. Frecuencia absoluta de sismos en México en los últimos 100 años

Para conocer la probabilidad de que haya dos terremotos de magnitud igual o mayor a 7.0 en un mismo mes aproximamos la ocurrencia del fenómeno con una distribución Poisson. Esta distribución nos ayuda a entender eventos discretos poco frecuentes, aunque el momento exacto en que ocurren en el tiempo sea aleatorio. Al estudiar 100 años de registros (1921-2021), suponemos que los sismos de 7.0 son independientes entre sí – esto significa que la ocurrencia de un sismo no nos informa nada sobre la ocurrencia del próximo- y que no pueden ocurrir dos sismos de esta magnitud al mismo tiempo.

Gráfico 2. Función de masa de probabilidad por año

El gráfico 2 muestra la probabilidad de terremotos de magnitud igual o mayor a 7.0 estimada mediante el ajuste de un modelo Poisson (ƛ = 0.64). De izquierda a derecha podemos visualizar la probabilidad en un año cualquiera desde no tener algún sismo a tener uno, dos, tres, etc. Hay un 10.8% de probabilidad de tener dos sismos iguales o mayores a 7.0 para cualquier año en todo el país. 

Esta probabilidad (10.8%) puede parecer alta, pero al estimar la probabilidad de que en un mes cualquiera haya dos sismos de magnitud igual o mayor a 7.0, ésta es significativamente menor, con 0.13%, es decir, menos de un punto porcentual (Gráfico 2). La probabilidad cae de forma abrupta, ya que en una menor escala de tiempo (30 días) es menos probable observar dos sismos iguales o mayores a 7.0 que en un periodo de tiempo 12 veces mayor (365 días), de acuerdo con los registros históricos de 100 años.

Gráfico 3. Función de masa de probabilidad por mes

Si bien, la probabilidad de que tengamos dos sismos de magnitud 7.0 en un mes dado es cercana a cero ¿por qué nuestra mente siente que la probabilidad es mayor durante este mes y que ésta aumenta conforme se acerca el 19 de septiembre?

El sesgo de la disponibilidad y la valoración de los riesgos

Gracias a los datos del Servicio Sismológico Nacional y un modelo de distribución Poisson estimamos la probabilidad de ocurrencia de dos sismos en septiembre, pero ¿por qué pensamos que es mayor? 

En 1973, Kahneman y Tversky hallaron que las personas evaluamos la frecuencia de un evento por la facilidad con la que vienen a la mente. La percepción del riesgo cambia de acuerdo con las experiencias cercanas, de acuerdo con este “sesgo de disponibilidad”. Por ejemplo, en algunas regiones de Europa, la existencia de inundaciones recientes aumenta la probabilidad de que las personas contraten seguros contra estos desastres.

El sismo del 7 de septiembre en la Ciudad de México nos recordó la fuerza del fenómeno, pero también facilita a nuestra mente imaginar escenarios posibles. Sin embargo, los sismos no ocurren con más frecuencia porque los podemos imaginar mejor. Por ejemplo, sobreestimamos el riesgo de sufrir lesiones por un huracán o sismo, cuya probabilidad de ocurrencia es relativamente baja, pero subestimamos la afectación de enfermedades crónicas como la diabetes y la hipertensión en nuestro salud, que son un problema grave y frecuente en México y que no tienen la suficiente atención en las políticas públicas de salud.

Pero ¿cómo podemos relacionar el sesgo de la disponibilidad con los sismos de magnitud mayor o igual a 7.0 en México?

Tabla 1. Meses con dos sismos de magnitud igual o mayor a 7.0 (1921-2021). El valor final indica la magnitud promedio de ambos sismos en dicho mes. No existen registros históricos de meses con más de dos sismos de esta magnitud.

La tabla 1 presenta los únicos meses en los cuales han existido dos sismos de magnitud mayor o igual a 7.0 (entre 1921 y 2021). Al igual que septiembre, el mes de junio también ha registrado dos años en los cuales se han registrado estos fenómenos. Aquí está el sesgo de disponibilidad. Hay más personas que recuerdan los sismos de septiembre de 2017 y 1985 que los sismos de junio de 1982 y 1932, en ese sentido, los terremotos de septiembre están más disponibles en nuestra memoria que los sismos de junio. No nos preocupa junio, sino septiembre. Así, nuestra mente sobreestima la probabilidad de ocurrencia de sismos en este mes más allá del 0.13%.

Hay que tomar medidas preventivas para minimizar los riesgos, sin duda. Sin embargo, es necesario valorarlos en función de su frecuencia real y no en función de cómo la mente puede hacernos creer.

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