A quinientos años de la Caída de Tenochtitlán ¿qué significa descolonizar?

Este 2021 se cumplen 500 años de la caída de Tenochtitlán a manos de los conquistadores españoles y del evento que daría inicio al periodo de la Colonia. Las discusiones sobre el colonialismo español se han centrado mucho en los intentos que el gobierno mexicano hace para repatriar piezas del pasado prehispánico a México y han resumido la descolonización a los procesos de repatriación y solicitudes de disculpas públicas. Sin embargo, la descolonización es un proceso complejo y requiere un ejercicio de reflexión.

Colonización se refiere a la migración de un grupo de personas en búsqueda de recursos a través del genocidio, como lo que hicieron Rusia, los Estados Unidos y Australia. Colonialismo se refiere al control de territorio para explotar sus recursos con fines comerciales a través de la subyugación, como son el caso de México e India por parte de España y el Reino Unido, respectivamente. Las películas de Indiana Jones, ambientadas en el mundo de la década de 1930, combinan metáforas, tramas y argumentos (lo que en cine se conoce como tropos) que se usaron para justificar los proyectos de colonización y colonialismo angloestadunidense. Estos tropos han servido como modelo o plantilla para comunicar las ciencias del pasado al público en general, llámese arqueología, antropología o paleontología. Sin embargo, las academias y sociedades científicas continúan replicando prácticas coloniales que se justifican utilizando las mismas figuras que sirven de trama en las películas de aventura y exploración. En «Indiana Jones y la última cruzada», un joven Indiana Jones declara, al ver la Cruz de Coronado, que se trata de un artefacto importante y que por ello pertenece a un museo. Esta idea no es casualidad y va más allá de darle una motivación cuasi cómica al personaje, ya que los museos han tenido un papel central en los proyectos coloniales.

Los museos han sido utilizados como instrumentos para forjar identidades nacionalistas para consolidar los territorios ocupados. Por ejemplo, ver las colecciones de artefactos en el Museo Británico contribuyó a generar un sentimiento de pertenencia al imperio británico. Cuando los países postcoloniales reclaman por la repatriación de su patrimonio cultural, el Museo Británico suele apelar a que el material se encuentra preservado, estudiado y disponible al público, además de que el traslado podría ser peligroso y dañarlo. Si bien es cierto que el transporte de la repatriación podría ser peligroso y también es verdad que el sentimiento de preservar el material es legítimo, es falso que su estancia en el Museo Británico asegura su preservación y difusión. El espacio de exhibición del Museo es limitado, así como lo son sus recursos financieros, y quienes curan las colecciones son quienes deciden qué se exhibe y qué se queda en los anaqueles y sótanos. A fin de cuentas, es el Museo Británico la autoridad que decide cómo se trata, exhibe y preserva el patrimonio que fue obtenido a través del saqueo de las colonias. En ese sentido, el Museo Británico es el árbitro de cómo cuenta la historia y cómo presenta los hechos sobre su pasado colonial. Para los visitantes, la simplificación de que todo en el Museo Británico es robado parece funcionar, pero no podemos hablar de esto en términos de robo porque estaríamos ocultando el trasfondo colonial.

Los bronces de Benín y Tláloc

El Reino de Benín se encuentra en lo que hoy es el sur de Nigeria y a pesar de la ocupación del resto de África Oriental por parte de los británicos, logró mantener su independencia y un monopolio sobre el comercio en la región a pesar de las ocupaciones. En 1888, Ovonramwen Nogbaisi, también llamado Overami, ascendió al trono como el Oba del Reino Edo de Benín y después de la ceremonia de entronizamiento era costumbre que el Oba comisionara placas de bronce para conmemorar el reino de su predecesor. Cuando Overami ascendió al trono se estima que había miles de placas de bronce decorando las paredes del palacio real.

Bronces de Benín. Imagen por Joyofmuseums, CC-BY-SA-4.0

La obstinación del reino Edo de ceder ante las presiones británicas generó una tensión con Londres que desembocó en una invasión de 1200 tropas británicas a la Ciudad de Benín en 1897. Los soldados británicos asediaron el palacio y comenzaron un saqueo de todo aquello que se veía valioso, y todos los artefactos del saqueo se conocieron colectivamente como los bronces de Benín. Al cabo de unos meses, los bronces de Benín aparecerían en Gran Bretaña en colecciones privadas, en el Museo Británico y en posesión de la Reina Victoria. Se estima que cerca de 3000 artefactos procedentes del asedio británico a la Ciudad de Benín aún siguen fuera de África. Los más conocidos se encuentran en la Galería Sainsbury, nivel -1, del Museo Británico.

El Estado Edo aún existe, como parte de la República Federal de Nigeria, y la corte real está a cargo del Oba Ewuare II, quien ascendió al trono en el año 2016 y es considerado una deidad en sí mismo. En 2018, Ewuare II lanzó una maldición contra cualquier sacerdote juju que esté involucrado con el tráfico de personas dentro de su dominio, y revocó todas las maldiciones que fueron lanzadas por sacerdotes para manipular a sus víctimas de tráfico de personas. La periodista Adaobi Tricia Nwaubani considera que esta acción por parte del Oba ha sido más efectiva en detener el tráfico de personas que todo el esfuerzo internacional usado en la región para este fin. En 2018, el director del museo británico, Hartwig Fischer, viajó a Nigeria para tener una audiencia con Ewuare II. El Oba solicitó el retorno de los bronces de Benín y el Museo Británico solo prometió dar las piezas en préstamo. El mes pasado (marzo 2021), la Universidad de Aberdeen fue la primera institución británica en acceder a la devolución de los bronces de Benín en su posesión, mientras que en Alemania se ha iniciado la negociación para repatriar 500 objetos.

El Monolito de Tláloc se encuentra en la entrada del Museo Nacional de Antropología de México, decorando Paseo de la Reforma y acumulando la contaminación del tráfico cotidiano. El monolito fue descubierto en la Barranca de Santa Clara a mediados del siglo XIX por un campesino de la localidad de San Miguel Coatlinchán, hoy municipio de Texcoco, Estado de México. El arqueólogo Leopoldo Batres identificó a la talla como Tláloc, dios de la lluvia en la cultura nahua, aunque los habitantes de San Miguel Coatlinchán la denominaron la Piedra de los Tecomates, por las hendidas en la boca que parecen jícaras (tecomates). En San Miguel Coatlinchán se creía que la piedra era capaz de atraer la lluvia y algunos le atribuyeron poderes curativos; en el aspecto económico, una buena parte del turismo a la localidad se atribuía a la Piedra de los Tecomates. En 1963, el presidente Adolfo López Mateos expuso su intención de trasladar la Piedra de los Tecomates a la Ciudad de México. En una Asamblea, los habitantes accedieron a donar la Piedra de los Tecomates a cambio de pavimentación, una escuela primaria, un centro de salud e infraestructura para distribuir agua. Entre las negociaciones y el traslado, los habitantes cambiaron su postura debido a las posibles consecuencias económicas de perder el atractivo turístico. En febrero de 1964, las habitantes organizaron una insurrección y boicotearon los intentos de traslado; en respuesta, el gobierno mexicano desplegó en abril de ese año al ejército, ocupó la población y aseguró el traslado. La historia de este monolito fue presentada en un documental titulado La Piedra Ausente, en 2013. En el contexto de robo, es difícil establecer a una víctima, ya que el gobierno mexicano reclamó el patrimonio de la comunidad como un patrimonio nacional que debía exhibirse a todos los mexicanos. En el contexto de despojo, esta fue una demostración de poder para contribuir en un proyecto poscolonial: forjar o imponer la identidad mexicana.

Monolito de Tláloc. Imagen de Marilú López, Secretaría de Turismo del Gobierno de la Ciudad de México CC-BY-SA-4.0

El Museo Británico, por su parte, exhibe los bronces de Benín como artefactos de un pasado colonial que no existe, como si se hubiera tratado de un simple robo, aunque en realidad se trate de una demostración de poder, de un despojo. Cuando entendemos estas situaciones en el contexto colonial y el acto de desposeer artefactos con violencia, se hace claro que la repatriación no es la solución a todos ellos. En este caso, por ejemplo, se trata del estado Edo solicitando la repatriación y no Nigeria, el estado soberano que el Reino Unido reconoce como su igual en las Naciones Unidas. Este contexto también es importante cuando interpretamos los intentos del Estado Mexicano de repatriar patrimonio cultural extraído, colectado o saqueado de las comunidades indígenas mesoamericanas por los países europeos, como el penacho de Moctezuma que se exhibe en Austria ¿cuál es la motivación de la repatriación?

Los bronces de Benín exhibidos en el Museo Británico permitían que ciudadanos del norte del Reino Unido se sintieran conectados con las colonias de África oriental a través de la “identidad británica”, del mismo modo que el monolito de Tláloc se exhibe para que los visitantes del norte y sur del país se sientan identificados con un pasado prehispánico con el que no se conectarían fuera del contexto de “identidad mexicana”.

Está mejor en un Museo

La ciencia y la tecnología han tenido un papel central en el proyecto imperialista, ya que la superioridad académica y técnica de los países coloniales se utilizó como justificación para subyugar a las sociedades menos desarrolladas a las que habían llegado. Los museos se utilizaron como resguardos de artefactos importantes que no podrían ser apreciados por las sociedades que los poseían. Esto es más cercano a lo que sucedió en Egipto, que fue ocupado por los otomanos hasta 1867 y por los británicos hasta el año de 1922.

Atrio principal del Museo Británico en Londres, Reino Unido

En 1910, el paleontólogo Ernst Stromer llegó a Egipto para iniciar una expedición invitado por el egiptólogo alemán George Steindorff. Cuando Stromer llegó a Egipto, la comunidad científica consideraba que la humanidad se había originado en Europa y de ahí había migrado hacia los demás continentes. Stromer pensaba que los humanos se habían originado en el norte de África, y su expedición al desierto estaba pensada en encontrar fósiles de homínidos. En lugar de eso, en 1911, Stromer encontró restos de uno de los dinosaurios de mayor tamaño, y uno de los carnívoros terrestres más grandes, que hayan existido. Stromer trasladó todo el material a Alemania, donde Spinosaurus fue estudiado y exhibido. En 1944, la colección de Stromer fue destruida después de que la Fuerza Aérea Real del Reino bombardeara el Museo de Historia Natural de Munich y Spinosaurus se perdió a la ciencia hasta que fuera redescubierto en 2016, en Marruecos. Los bombardeos a museos no eran accidentales, ya que durante el Blitz de 1940 y 1941 la Luftwaffe había dañado tanto el Museo Británico como el Museo de Historia Natural de Londres. Varias galerías del Museo de Historia Natural eran utilizadas por el servicio secreto británico para el desarrollo de herramientas bélicas y de espionaje.

La decisión de trasladar material colectado o saqueado en las colonias hacia las metrópolis se basaba en que las comunidades de las que las habían tomado no tenían la capacidad intelectual para apreciarlas. El explorador de la metrópolis viaja a tierras lejanas a investigar la historia de la humanidad y resguardar el patrimonio de la ignorancia de las comunidades que lo poseen. Esta es la figura del «salvador blanco», que a través de su conocimiento superior reconoce el valor de los fósiles o artefactos y los traslada a un lugar donde puedan ser estudiados y preservados. De hecho, esta es una de las excusas más comunes para impedir los intentos de repatriación, «el objeto al menos está a salvo de la destrucción de sus lugares de origen».

Varios eventos recientes han avivado estos argumentos. El más trágico de ellos fue tal vez la destrucción de varios sitios arqueológicos en Siria, Irak y Libia a manos del Estado Islámico en 2015. La destrucción de ciudades medievales y antiguas fue motivada por la intención de destruir las evidencias de politeísmo en la región, atraer la atención de los medios internacionales y comenzar una civilización desde cero. Además, los saqueos eran vendidos en el mercado negro a coleccionistas privados para continuar financiando las actividades del Estado Islámico. En muchos sentidos, la motivación del Estado Islámico no es nueva y es semejante a la que tuvieron los conquistadores españoles en Mesoamérica. El segundo evento que ha sido recientemente utilizado por paleontólogos europeos para justificar el saqueo de material de Brasil es el incendio del Museo de Historia Natural de Río de Janeiro en 2018, donde buena parte de la colección fue consumida por el fuego. Dos años antes, en abril de 2016, el Museo Nacional de Historia Natural de Nueva Delhi, India, había tenido un destino similar. Esto generó una conversación que giró en torno a que la protección del patrimonio estaba más segura en museos de Europa y Estados Unidos, que en museos de países postcoloniales.

El descuido al patrimonio cultural y natural tiene sus raíces en la negligencia y la explotación, y no en la capacidad económica del país. Por ejemplo, en diciembre de 2017 la Sociedad de Paleontología de Vertebrados (SVP por sus siglas en inglés) demandó al gobierno de Estados Unidos, a cargo de Donald J. Trump, por la reducción de los monumentos naturales nacionales en Grand Staircase-Escalante y Bears Ears en el estado de Utah. El gobierno estadounidense autorizó la exploración y explotación destructiva en busca de reservas de hidrocarburos y redujo el tamaño de los monumentos naturales en un 47%; el registro fósil de la región es uno de los más ricos en el país. En abril de 2019, la Catedral de Notre-Dame en París también fue dañada por un incendio debido a protocolos de conservación defectuosos durante los procesos de renovación. En ambos casos, a pesar de que el Estado Francés y el Estado Estadounidense fallaron en preservar su patrimonio, no hubo cuestionamientos sobre la calidad de sus estrategias de preservación como sí las hubo hacia los Estados Brasileño e Indio.

Pirámide del Museo de Louvre en París, Francia

El penacho de Moctezuma

Hablar de despojos coloniales en México siempre llevará al penacho de Moctezuma. A ciencia cierta, no se conoce cómo es que el  tocado llega a Europa. De acuerdo con la historiadora Carmen Cook de Leonard, la pieza no es irremplazable y es probable que no haya sido usada por el tlatoani Moctezuma. De acuerdo con Cook de Leonard, el penacho fue parte de una colección de 158 piezas que fueron dadas a Hernán Cortés y quien a su vez las envió a España. Hernán Cortés en su audiencia con Moctezuma solicitaba vasallaje a la corona del rey Carlos V, quien reinó entre 1519 y 1556, quien a su vez era Emperador del Sacro Imperio Romano, Archiduque de Austria y Rey de Castilla y Aragón (Carlos I). El primer registro del penacho en Austria data de 1575 como parte de la colección del Archiduque Ferdinando. Por esta razón no es posible hablar del patrimonio en un contexto de robo, ya que como tal, la pieza en cuestión nunca fue robada. Es, de hecho, una de las pocas piezas que ha sido donada voluntariamente de las Américas hacia Europa. Para muchos, saber esta historia hace que el caso sea completamente desechado; por ejemplo, Cook de Leonard concluye que el penacho le pertenece a Austria. La historia del robo, sin embargo, ha sido promovida desde la década de 1980 por el gobierno mexicano como parte del proyecto nacionalista de identidad mexicana.

En el contexto colonial, sin embargo, el penacho llegó junto con 157 piezas a Europa con la inminente guerra que se avecinaba sobre el Imperio Mexica por parte de los conquistadores españoles. El penacho en sí mismo es la antesala del despojo colonial que se suscitó en los siglos siguientes; el resguardo en Viena tampoco es accidental, ya que llegó al tiempo que Carlos V consolidaba el primer imperio donde el sol nunca se ponía, haciendo referencia al alcance global del Imperio de la Casa de los Habsburgo. La estancia del penacho en Viena nos permite entender que la casa de los Habsburgo mandara a Maximiliano I como emperador del Segundo Imperio Mexicano.

Xokonoschtletl Gómora, activista cívico, danzante de música tradicional y dirigente de la Asociación Civil Internacional Yankuik Anahuak (pueblos del Anáhuac) ha pugnado por el regreso del quetzalpanecáyotl (el penacho de Moctezuma) a México durante treinta años. Su solicitud ha generado eco por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y recibió apoyo por parte de dos presidentes austriacos (Thomas Klestil y Heinz Fischer). La solicitud de regresar el penacho a México por parte de Xokonoschtletl debería ser suficiente para considerar su devolución, aunque expertos en Austria coinciden en que su regreso podría dañar el tocado. Si bien la repatriación no es la única forma de descolonizar, su devolución a petición de pueblos originarios contribuirá a remover el contexto colonial alrededor de su estancia en Viena.

Actualmente, el Museo Etnográfico de Viena exhibe el penacho en el contexto de explicar que la pieza nunca perteneció a Moctezuma y en el que se desconocen las razones por las que llegó a Europa; admite además que expertos mexicanos han determinado su fragilidad y que por ello su residencia en Viena está asegurada. La colección contiene además 18,000 artefactos que provienen de otras regiones de América del Norte y Central. Por otro lado, la réplica del penacho se encuentra en el Museo de Antropología de la Ciudad de México, un museo que se creó con la intención de forjar una identidad mexicana que se reconociera descendiente de los mexicas y como parte de una mitología mexicana. La sala 6 del MNA donde se encuentra el penacho habla de los mexicas casi del mismo modo que la sala -1 del Museo Británico, como una civilización del pasado de la que solamente quedan los vestigios de su grandeza, desconectada de la sala 22, que habla sobre los nahuas actuales y de cómo la construcción del México moderno se hizo a expensas de ellos. Si la repatriación del penacho de Moctezuma, y de las otras piezas en donde el gobierno mexicano ha solicitado su retorno, involucra su exhibición en museos que replican el contexto colonial de su contraparte europea, la repatriación en poco o nada ayuda a la descolonización.

Este ensayo es una primera entrega de tres textos sobre la descolonización y las demostraciones de poder.

Referencias

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Lane, A. (2021). From Germany to Ireland, a fresh push to return the Benin bronzes. Retrieved 19 April 2021, from https://www.aljazeera.com/news/2021/4/16/from-germany-to-ireland-a-fresh-push-to-return-the-benin-bronzes

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Nwaubani, A. (2018). Opinion | A Voodoo Curse on Human Traffickers (Published 2018). Retrieved 19 April 2021, from https://www.nytimes.com/2018/03/24/opinion/sunday/voodoo-curse-human-traffickers.html

Omar Rafael Regalado Fernández

Paleobiólogo por parte de la University College London (UCL). Su tesis de doctorado se centró en la importancia de los acervos museográficos para el estudio de los procesos macroevolutivos en dinosaurios y el estudio de las extinciones. Ha participado en proyectos que involucran la descolonización de la ciencia, como la exhibición «Despliegues de poder» del Museo Grant de Zoología de UCL y en un proyecto independiente para proponer mecanismos que garanticen la protección del patrimonio paleontológico en México y Brasil.

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