La seguridad de las vacunas y el riesgo de no vacunarse

En la Ciudad de México, 17% de adultos mayores programados para vacunarse en la segunda fase no lo hicieron (1 de cada 6). El año pasado la COVID-19 fue la principal causa de muerte en personas de 55-64 años y la tercera causa en personas de 65 y más. El desarrollo de vacunas contra la COVID-19 se volvió prioridad muy temprano durante la pandemia. Sin embargo, ahora que están disponibles, el reto se ha vuelto hacer llegar la vacuna al brazo de las personas.

Las vacunas deben pasar por un largo y complicado proceso antes de estar disponibles para el público. Fuera de los estudios de laboratorio donde se desarrolla el compuesto, una serie de estudios llamados “ensayos clínicos” (estudios en humanos) deben llevarse a cabo para determinar su seguridad, eficacia y efectividad. Hay varias fases de ensayos clínicos, desde la fase 1, cuyo objetivo es determinar seguridad y dosis del tratamiento, hasta fase 4, donde el medicamento ya está aprobado y se monitorea la aparición de efectos adversos en la población general. Habitualmente, este proceso toma de 10 a 15 años. En la pandemia de la COVID-19 esto se ha acelerado de manera enorme, tanto que para marzo del 2020 (menos de 100 días después de que se reportara el primer caso y alrededor de dos meses después de que se publicara la secuencia genética del virus) ya se habían iniciado ensayos clínicos de fase 3. Estos últimos son los que comparan la vacuna nueva contra el estándar en ese momento, el cual podría ser otra vacuna o en ausencia de un estándar, un placebo. 

En México ya hay seis vacunas aprobadas para su uso, y aunque podríamos hablar de manera extensa sobre los retos para hacerlas llegar a la población, en este artículo nos enfocaremos en la disposición de la población a vacunarse, un factor tan importante como lo es la compra y distribución. En México, el Programa Nacional de Vacunación (y sus predecesores) nos tienen bastante acostumbrados a las vacunas. Agregando la gran catástrofe que nos ha traído la COVID-19, es esperado que la mayoría de la población quiera vacunarse. Excluyendo al movimiento anti-vacunas (anti-vaxxers), cuya base para antagonizar a la vacunación radica en teorías conspirativas sin fundamento, habrá quienes, de manera quizá razonable, duden de vacunarse al ver algún efecto adverso reportado en las noticias. 

En este momento la vacuna de AstraZeneca (nombre final: Vaxzevria, nombre en ensayos clínicos: ChAdOx1) es objeto de dicha indecisión después de que hubo reportes de trombosis grave probablemente ligadas a esta vacuna. El impulso inicial de cualquier persona probablemente sería no ponerse esta vacuna y esperar a otra, o no vacunarse en lo absoluto. Este razonamiento supone que la vacuna provoca algo malo que se puede evitar si la persona no se vacuna. La relación causal entre la vacunación y el efecto adverso nos hacen relacionar de manera instintiva el hecho de vacunarse con un riesgo, el cual entendemos que está ausente en caso de no vacunarnos. De manera inicial se antoja comparar el riesgo de trombosis entre los pacientes vacunados con Vaxzevria y COVID-19, e incluso entre otras condiciones (tabaquismo, uso de anticonceptivos orales), esta no es una comparación adecuada. Esto es por varias razones: 

  • Hay de trombosis a trombosis. Es decir, el riesgo de morir varía mucho según la causa y el tipo de trombosis, siendo aquella producida por la vacuna compleja y difícil de tratar. Esto quiere decir que si únicamente comparamos “trombosis”, estamos comparando cuadros leves con cuadros graves como si fueran equivalentes. Al hacer esto, el riesgo de tener cualquier trombosis es mucho mayor en pacientes con COVID-19 que en quienes se vacunaron, únicamente por este artificio.
  • Vacunarse es algo que se tiene que hacer, no algo que se quiere hacer. Las personas aceptan riesgos más altos si se trata de algo recreativo que quieren hacer. Por lo tanto, este sesgo dificulta la comparación mental de riesgos, aún cuando los números sean claros.
  • El riesgo de trombosis al vacunarse o tener COVID-19 se considera únicamente alrededor del evento, los cuales se pueden considerar como exposiciones de una sola vez. Es decir, el riesgo aumenta alrededor del periodo del evento (evidentemente el riesgo a largo plazo en el caso de la vacuna es desconocido). En otras condiciones que se asocian a trombosis (como el tabaquismo) requieren una exposición prolongada y constante. Esto confiere un riesgo constante que persiste a lo largo del tiempo.

Por esto es más intuitivo comparar un desenlace cuya definición y gravedad no varía en lo absoluto: la muerte. Adaptaré un ejemplo escrito por Judea Pearl sobre la viruela para ilustrar el razonamiento que se debe seguir.

El riesgo de no vacunarse

La efectividad de Vaxzevria (Astra Zeneca) para evitar COVID-19 es del 76% y del 100% para enfermedad severa o muerte según el reporte del ensayo clínico de la farmacéutica. Para finales de marzo se habían reportado a la Agencia Europea de Medicamentos 86 eventos de trombosis de los 25 millones de vacunados en Reino Unido (0.0003%, menos de 1 por cada 100,000 dosis aplicadas), de los cuales 18 murieron (0.00007%, menos de 1 por cada millón de dosis aplicadas). Estas cifras probablemente cambiarán conforme aumente la vacunación y la sospecha de este efecto adverso. Para fines del ejercicio, asumimos que la vacuna sí previene todas las muertes por COVID-19 en el mundo real (fuera de un ensayo clínico), que todos los eventos de trombosis/muertes fueron efectos secundarios de la vacuna y que el riesgo es uniforme para todas las personas vacunadas (algo que probablemente cambiará conforme se conozca más sobre este efecto adverso).

Reino Unido había tenido hasta el momento del reporte (18 de marzo del 2021) 4,290,000 casos de COVID-19 y 126,000 muertes (letalidad del 2.9%). Su población en el 2019 fue de ~66 millones de personas, de las cuales ~78% (51.5 millones) eran mayores de edad. Usemos la indecisión para vacunarse del 9% que se reportó a finales de Febrero. Ahora, tomemos una muestra de un millón de adultos en Reino Unido y asumamos que es representativa de la población, y que la letalidad del COVID-19 es uniforme del 2.9%. Si se pretende vacunar a toda la muestra, podemos esperar que 910,000 si lo aceptarían y 90,000 no. Esta muestra estará dispersa a lo largo del país, lo cual va de acorde a las estrategias de vacunación que se han seguido. Por esto (y debido a que la vacuna es 76% efectiva para prevenir infecciones en general) los no-vacunados siguen estando en riesgo de contagio. Usaremos tres tasas de ataque para la COVID-19 en los no-vacunados: 2%, 10% y 30%. Ojo que aquí no estamos tomando en cuenta los rezagos que hay en cuanto a vacunación. 

En la figura 1 representamos lo esperado en contagios y muertes en esta muestra, considerando una tasa de ataque del 10%.  Entre los vacunados, podríamos esperar que 218,400 personas quedarían susceptibles a la infección, por ende, esperaríamos 4,368, 21,840 y 65,520 casos, así como cero muertes por COVID-19 y menos de una muerte como consecuencia de trombosis causada por la vacuna. Entre los no vacunados, podemos esperar 1,800, 9,000 y 27,000 casos según la tasa de ataque utilizada, de los cuales 52, 261 y 783 morirán a causa de COVID-19. El riesgo de contraer y morir de COVID-19 en alguien sin vacuna (probabilidad de contagio*letalidad de COVID-19) es 829, 4,143 y 12,429 veces más alto que morir a causa de la vacuna. En alguien sin vacuna que se enferma de COVID-19, el riesgo (letalidad de COVID-19) es 41,428 veces más alto.

Figura 1. Casos de COVID-19, trombosis y muertes esperadas. Cada cuadro representa a 400 personas. A resaltar, en la figura las casillas de trombosis y muertes por trombosis no están vacías, simplemente es pequeñísimo el número esperado.

Van 206,146 muertes contabilizadas por COVID-19 en México. Con los supuestos utilizados arriba, si nos vacunáramos las 127 millones de mexicanas/os con Vaxzevria (y el riesgo fuera uniforme) podríamos esperar 91 muertes como resultado de los efectos secundarios de la vacuna. Una pequeñísima fracción de las muertes que van hasta el momento (las cuales evidentemente no provienen de 127 millones de infecciones). Esto sin mencionar que nos darían una oportunidad de regresar (ahora sí) a la normalidad.

En un país con una pandemia en descontrol, recibir la vacuna nos da algo que llevamos más de un año sin sentir: seguridad. El riesgo de morir por COVID-19 en caso de no vacunarse es astronómico en comparación con el riesgo de morir a causa de la vacunación. Vaxzevria es la vacuna más barata en el mercado, algo primordial para países que han sido rezagados en su intento de vacunación por el alto precio pagado por dosis en países de primer mundo. Si bien es importante dar seguimiento a reportes de efectos adversos, la situación amerita que nos pongamos cualquier vacuna que haya sido aprobada por los organismos reguladores correspondientes (en nuestro caso, COFEPRIS) y se nos ofrezca. Cualquiera. 

Isaac Núñez

Mexicano y médico por la Universidad de Sonora. Actualmente cursa la especialidad en medicina interna en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición. Áreas de interés: epidemiología de enfermedades infecciosas e infectología en contexto de pacientes críticos.

Category: COVID19Salud

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